Epistolario personal de Santa Ángela de la
Cruz
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UN REGALO PARA LA VIRGEN
EN EL MES DE MAYO
1. Lo mejor para obsequiarla es la dulzura.
2. Efectos
de esta virtud en la comunidad y en los demás prójimos.
3. A cambio, la
Santísima Virgen nos da vida sobrenatural para vencer los enemigos.
4.
Trabajar sin cansarse para ganar muchas almas.
5. Grandeza de
nuestra misión.
Alabado sea
Nuestro Señor Jesucristo
30 abril 1923
Mis muy queridas
hijas en Dios nuestro Señor:
1. Como vamos a entrar en el hermoso mes de
las flores que con su perfume embalsaman el ambiente, y también está dedicado a
nuestra buenísima Madre, debemos darle algo más de lo diario; porque aunque es
tan rica que tiene de todo y ella siempre nos está dando, pero a las madres les
gusta mucho que sus hijas las obsequien con alguna cosa de su agrado.
Y ¿qué será de su gusto? Porque lo que se
desea cuando se regala es atinar, y a mí se me ha venido es la dulzura, porque
los dulces son muy bien recibidos lo mismo en los pobres que en los ricos;
aunque sea un rey lo agradece viendo en su mesa la expresión del agradecimiento
de sus favorecidos.
Pues no hay duda que la dulzura es muy a
propósito para obsequiarla, porque la dulzura nace de la mansedumbre, y tanto
una como otra nacen de la humildad. Y como es la Reina de esta virtud le gusta
mucho verla practicada por sus hijas; y por los buenos resultados que da, lo
mismo en la comunidad que en los demás prójimos.
2. En la comunidad, cuando reina la
dulzura en la mayoría y unas a otras se estimulan a practicarla, es para ver la
paz y la tranquilidad, porque cuando se derrama dulzura se ablandan los
corazones más duros. Y cuando con mucha amabilidad se excusan o se niegan
sintiendo no poderlo remediar, da muy buen resultado y se unen más las voluntades.
Y cuando las negativas o excusas son bruscas o desabridas da muy mal resultado,
hay desvío y seriedad, y se interrumpe el bienestar de la comunidad.
Esto mismo pasa con los demás prójimos:
un buen modo y palabras afectuosas los atrae y los cambia en fervorosos a los
que estaban más tibios; pero cuando es lo contrario, los separa del bien y no
tan fácilmente se puede sacar nada de ellos.
3. Por la dulzura que le damos a nuestra
Santísima Madre, ella nos da vida sobrenatural. Y con esta nueva vida nos revestimos
de fortaleza y vencemos los enemigos que pretenden sorprendernos preparándonos
celadas. Pero no le tememos, le hacemos frente y nuestra buena Madre nos ayuda,
y de la lucha salimos victoriosas; y caen derrotados y humillados a nuestros
pies el espíritu del mundo y la soberbia y los demás, y el amor propio
acoquinado no se atreve a levantar la cabeza.
4. Y después de salir victoriosas, nos
ponemos en condiciones para trabajar en los campos que nuestro Señor ha puesto
en nuestras manos y hay necesidad de cultivarlos. Y la tierra es buena, la
semilla inmejorable, lo que falta es buenos operarios que trabajen sin
cansarse, para que no se seque la semilla y se ganen muchas almas que amen a
Dios y le sirvan en el tiempo y por toda la eternidad.
Pero, si primero no hacemos lo que quiere
nuestra Santísima Madre, cuando nos comunica la vida, que es el aprovechamiento
espiritual, no sacaremos fruto, porque lo que no se tiene no se puede dar. Pero
siendo fieles a lo que esta buena Madre quiere, qué felicidad en la comunidad
que parecerá la imitación de la gloria. Y las Hermanas, ángeles humanos
haciendo el oficio que hacen ellos: amarle, servirle y ayudar a los hombres en
alcanzarles gracias para ayudarles en lo espiritual.
5. Y ésa es
nuestra misión: la propia santificación, para unirnos y más unirnos al Sagrado
Corazón y llevar a todos los nuestros a lo mismo. Y gozar en esta vida la dicha
de la virtud, dando a nuestra Santísima [Madre] el consuelo de vernos fieles a
sus amorosos llamamientos. A la Iglesia, el trabajo de los que continúan la
redención siendo buenos operarios. Y al Instituto, la alegría de ver la
comunidad edificante. Y todas descansar en los brazos de nuestra dulce Madre
por toda la eternidad.
Mucho las quiere
y bendice en los Sagrados Corazones, vuestra pobre Madre
Sor Ángela