El Rvdo.
D. Salvador Aguilera López,
Oficial de la Congregación para el Culto Divino y Postulador del Siervo de Dios José Torres Padilla, nos envía copia de la homilía que pronunciará esta tarde del 2 de marzo de 2020 a las 18:30
en la casa de las Hermanas De la Cruz en Roma.
Feliz "dies natalis" de santa Ángela de la Cruz.
Homilía en el «dies natalis»
de santa Ángela de la Cruz
2 de marzo de 2020
Comunidad de la
Compañía de la Cruz de Roma
El día 2 de marzo, en el Martirologio Romano encontramos el siguiente
elogio: «En Sevilla, en España, santa Ángela de la Cruz Guerrero González,
virgen, fundadora del Instituto de las Hermanas de la Cruz, que no se reservó
derecho ninguno para sí, sino que lo dejó todo para los pobres, a quienes
acostumbraba llamar sus “señores”, sirviéndolos de verdad (1932)».
Bien sabemos queridas Hermanas de esta bendita Compañía y queridos
hermanos todos, que hoy conmemoramos el dies
natalis de santa Ángela, es decir, el día en el que cerró los ojos a este
mundo para abrirlos a la eternidad y ver cara a cara el rostro del Señor
Misericordioso al que había servido en nuestros hermanos más pobres. Sin
embrago, dada la coincidencia de este día con el tiempo cuaresmal, su
celebración litúrgica es el 5 de noviembre, día en el que fue beatificada en
Sevilla por el papa san Juan Pablo II (1982).
En este lunes de la semana I de Cuaresma, hemos escuchado las palabras
que el Señor pide a Moisés les comunique al pueblo de Israel: «Sed santos,
porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Lev 19, 2). Si a imagen de nuestro Padre celestial nos convertimos
viviendo en «santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días» (Lc 1, 75), escucharemos un día, de
labios de nuestro Señor Jesucristo, las palabras que han sido proclamadas en el
Evangelio: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado
para vosotros desde la creación del mundo» (Mt
25, 34).
En Santa Ángela de la Cruz tenemos el testimonio de que este modo de
vida contracorriente según el espíritu del mundo, es posible. Conmemorar su diez natalis nos llena de gozo; recordar
su vida y solicitar su intercesión es el inicio para tomarnos en serio el
mandato del Señor de ser santos. Por eso ahora, brevemente, vamos a acercarnos,
sirviéndonos del elogio del Martirologio que acabamos de escuchar, a la vida y la
espiritualidad de nuestra querida Santa.
«Santa Ángela de la Cruz». Su nombre define su vida ya que quiere ser ángel. Al
igual que un ángel consoló a Jesús mientras oraba en el huerto antes de su
pasión, ella quiere consolar al que se encuentra en el “Getsemaní” del
sufrimiento, de la soledad o del abandono. Quiere ser un “ángel crucificado”,
es decir, un ángel cuyo bastón y brújula en el camino de la vida no sean otros
que la cruz en la que estuvo clavada la salvación del mundo, a la cual Sor
Ángela estuvo siempre abrazada y crucificada, uniéndose así al sacrificio de
Cristo, y bajando de ésta sólo para compartir y repartir el consuelo del Hijo
de Dios entre sus hijos más necesitados.
«Fundadora del Instituto de la Compañía de la Cruz». La experiencia del desierto de la Cruz, a la que
llegó impulsada por el Espíritu de Dios (cf. Mt 4, 1), la llevó a compartir este preciado tesoro fundando un
Instituto en el que, al igual que ella, sus hijas, renunciando al mundo, se
crucificaran con Cristo, viviendo en “pobreza, desprendimiento y santa humildad”.
Un Instituto en el que, despojadas del hombre viejo y de su anterior modo de
vida y revestidas en justicia y santidad verdaderas (cf. Ef 4, 22-24), tuvieran como única y suprema compañía la Santa Cruz.
«No se reservó derecho ninguno para sí...». Vivió, en expresión suya, “expropiada para
utilidad pública”, por eso, daba y se daba totalmente, ya que había encontrado
las fuentes de la salvación en el Monte Calvario. Quería vivir imitando a ese Cristo
Crucificado, casto, pobre y obediente, con la vigilancia del corazón y la moderación
de los afectos, haciéndose pobre con los pobres y obedeciendo con pronta
ejecución y alegría. Todo ello alimentado por una intensa vida de oración y un
total abandono en la Divina Providencia.
«... sino que lo dejó todo para los pobres, a quienes
acostumbraba llamar sus señores, sirviéndolos de verdad». Santa Ángela lo dejó todo para sus señores, los
pobres, porque había recibido “todo” en Cristo Jesús. Quería saciar el hambre y
la sed de sus hermanos desfavorecidos dándoles no sólo el pan y la bebida
materiales sino el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Jesucristo, Sumo y
Eterno Sacerdote, inmolado en el ara de la Cruz. Su mirada, tras la experiencia
en el Calvario, se transfiguró de tal modo que “cristificaba” todo y a todos,
transformando cada momento y cada encuentro en una oportunidad para llevar a
cabo el mandato del Maestro: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis
con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Hoy nos unimos a vosotras, queridas Hermanas de la Cruz, en vuestra
acción de gracias y, también a la de toda la Iglesia, por el don recibido en
santa Ángela de la Cruz. Ojalá muchas jóvenes quieran seguir los pasos de
vuestra Santa Madre y de santa María de la Purísima para saciar el hambre y la
sed de Jesucristo en los pobres. Contad con nuestra oración y afecto fraternal
y enseñadnos con vuestra predicación silenciosa que la ciencia que
verdaderamente importa no es la del mundo sino la de la Cruz.
Ruega por nosotros, Santa Ángela de la Cruz, para que, imitando tu
vida y tus virtudes y ayudados por tu intercesión, seamos santos como el Señor,
nuestro Dios, es santo (cf. Lev 19, 2)
Rvdo. D. Salvador Aguilera López
Oficial de la Congregación para el Culto Divino y
Postulador del Siervo de Dios José Torres Padilla