“Si para aconsejar a los pobres que sufran sin quejarse los trabajos de la pobreza, es preciso llevarla, vivirla, ¡qué hermoso sería un Instituto que por amor a Dios abrazara la mayor pobreza, para de este modo ganar a los pobres y subirlos hasta él” (Escritos íntimos). Este es el principio motor de Sor Ángela, que ha guiado a las Hermanas de la Cruz desde sus comienzos: servir a los pobres por amor a Jesucristo.
Las Hermanas de la Cruz, encaminadas por el carisma fundacional de Santa Ángela, realizan una misión que se concreta en

* Cuidar a enfermos solos o que la familia no puede atender, especialmente por la noche, llevándoles el consuelo de alguien que los quiere y se preocupa por ellos.
* Atender a los pobres y necesitados que acuden a las casas de las Hermanas de la Cruz en busca de ayuda o alimentos.
Para ello siguen manteniendo la austeridad que instauró Sor Ángela, “hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo”, y por ello viven exclusivamente de la caridad (sin contar, en la mayoría de las ocasiones, con más ingresos que la limosna que piden de puerta en puerta).
Sus comidas son sencillas y humildes, suficientes. En multitud de ocasiones han preferido pasar sin su sustento diario para compartirlo con los más necesitados.

Además de estas actividades, en otras casas del Instituto cuentan con
* Residencias para ancianos
* Internados de niños en situación de orfandad, donde se les ofrece la preparación académica dentro de un ambiente familiar.

Son en el mundo que vivimos un gratificante testimonio de desprendimiento, pobreza y humildad, que llama poderosamente la atención entre tanto egoísmo y despilfarro al que estamos acostumbrados.