2 ago 2011

Biografía Beata Madre María de la Purísima

Nacimiento
Su padre, Ricardo Salvat
Nació en Madrid, el 26 de febrero de 1926 en la calle Claudio Coello 23 (hoy 25), en el barrio de Salamanca, que en la época de posguerra era el domicilio habitual de familias distinguidas y adineradas. Fue bautizada en la Parroquia de la Concepción, en la calle Goya, a los siete días, con el nombre de María Isabel. Sus padres fueron Ricardo Salvat Albert, malagueño de nacimiento, y Margarita Romero Ferrer, madrileña. Fue la tercera de ocho hermanos. Su familia gozaba de una elevada posición económica gracias a la trayectoria laboral del padre: funcionario público, representante de varias multinacionales y empresario industrial.

Su madre, Margarita Romero

Infancia y adolescencia
La familia creció en un hogar cristiano. Su madre era un ejemplo de piedad y caridad, y procuró en todo momento una sólida educación cristiana para toda la familia. Tres tías de Margarita eran religiosas (Ángeles, de la Compañía de María y Carmen y María de los Ángeles de las Madres Irlandesas). María Isabel asistió al colegio de la Bienaventurada Virgen María (Madres Irlandesas) de la calle Velázquez, en Madrid. El 24 de mayo de 1932, a los seis años, en el colegio, hizo su primera Comunión. Confesaría más tarde que desde ese día, no había dejado de comulgar a diario, y lo recordaba con un agradecimiento inmenso al Señor por la predilección que había tenido con ella. De su etapa escolar se conservan sus calificaciones como prueba de su inteligencia, diligencia y constancia.

Al estallar la guerra civil española, en 1936 la familia se trasladó a Figueira de Foz, en Portugal. Desde allí, volvieron a instalarse en San Sebastián en 1938, y durante un curso académico María Isabel asistió al colegio de La Compañía de María. Terminada la contienda, la familia regresa a Madrid en 1939, y vuelven a residir en el barrio de Salamanca.

1942 es un año clave en su vida. Conoce a las Hermanas de la Cruz, en una de las visitas que ellas hacen para pedir por el barrio de Salamanca. Margarita, su madre, colaboraba asiduamente con varias organizaciones religiosas, y siempre recibió a las hermanas con cariño y generosidad. Las Hermanas, en varias de sus visitas al domicilio familiar, les narran la biografía de la Madre fundadora, e incluso permiten a María Isabel acudir un día al convento de la calle Rey Francisco, para contemplar su día a día. María Isabel se queda tan sorprendida e ilusionada con la vida de abnegación, pobreza y santidad de las Hermanas de la Cruz que ya, en aquel momento, siente la llamada de Dios. El 10 de diciembre de 1943 a los diecisiete años, recibe la medalla de Hija de María en el Colegio de las Madres Irlandesas, en Madrid. Las Hijas de María, de las que formó parte, era un grupo de escolares, comprometidas con hacer una buena labor “por la Virgen” todos los sábados (normalmente obras de caridad con los más desfavorecidos). Fue el inicio de su compromiso con la Santísima Virgen. Este espíritu Mariano, continuación de las enseñanzas de Santa Ángela, lo inculcará y potenciará más si cabe, posteriormente, en todo el Instituto de las Hermanas de la Cruz.

María Isabel Salvat Romero a los 17 años
El ambiente cultural y religioso en el que desarrolló su adolescencia estuvo marcado por una alegría constante, reflejo de una sencillez y claridad que mostraba la belleza de su alma. Joven elegante y sencilla, cautivaba y atraía por su mirada serena, bondadosa, simpática y ocurrente -aunque poco habladora-. Físicamente era atractiva y tenía muchas amigas, todas ellas pertenecientes a un nivel social alto, entre las que era muy querida. Acudió a fiestas y tuvo amigos pertenecientes a familias conocidas de sus padres. Siempre fue muy piadosa y sacrificada, por lo que no sorprendió cuando comunicó a sus padres la decisión de entregarse al Señor.
El 21 de julio de 1944 se examina y aprueba el bachillerato superior en la Universidad e Madrid.

Vocación
La vocación se le había despertado por el amor a los pobres y enfermos, por el ambiente educativo que recibió de las religiosas Madres Irlandesas y la Compañía de María, por el apoyo familiar fundamentalmente en la figura de su madre, y por la irrupción de las Hermanas de la Cruz en barrio de Salamanca. Esos mismos parámetros fueron vividos por otras muchas chicas, pero Dios sembró en ella la semilla de la vocación religiosa. Con el permiso de Margarita, su madre, viaja a Sevilla a conocer a las Hermanas de la Cruz. En la entonces calle Alcázares, en la Casa Madre, la recibe la hermana María Ignacia de la Cruz, maestra de novicias, y María Isabel vuelve a Madrid convencida de que desea iniciar su vida religiosa con las hermanas sevillanas. Renunciando a una vida llena de comodidades y una posición social óptima que le hubiera propiciado un sinfín de posibilidades laborales, personales y familiares, decidió ingresar en las Hermanas de la Compañía de la Cruz, en Sevilla, el 8 de diciembre de 1944, cuando contaba dieciocho años. Llegó acompañada de su madre, Margarita, a la que le preocupaba dejarla en una Congregación con Reglas austeras y estrictas. Pero María Isabel se encargó irla tranquilizando posteriormente con muchas cartas llenas de alegría y gozo por la felicidad que estaba viviendo como hermana de la Cruz.

Tomó el Santo Hábito el 9 de junio de 1945, con el nombre de Sor María de la Purísima de la Cruz. Presidió la ceremonia el Padre José María Marchiñena, Superior de los Padres Redentoristas de Madrid. Era entonces Madre General Sor Catalina de la Cruz de la Fuente. Desde estos momentos como novicia ya destacaba por un espíritu de entrega, talante dulce, sonriente, natural y sencillo, viviendo la pobreza y la humildad hasta sus últimas consecuencias. A todas las hermanas las trataba con gran cariño, sirviéndolas con alegría en los pequeños detalles de la vida de Comunidad. Nunca tuvo una palabra que pudiera molestar. Era sincera y paciente con todos. No quiso figurar en nada y hacía todo lo posible por pasar desapercibida.

El 15 de enero de 1947 falleció su padre, Ricardo Salvat. Hizo su Profesión Temporal el 27 de junio de 1947, en la Casa Madre de Sevilla. Presidió la Eucaristía el Padre Marino Mediavilla, misionero del Corazón de María, siendo Madre General Sor Catalina de la Cruz de la Fuente. En septiembre fue destinada a Lopera (Jaén) para hacerse cargo de la dirección del Colegio. Contaba con 21 años.

Novicia, con 18 años
Apostolado. Amor a la Santísima Virgen.
El 9 de diciembre de 1952 hace sus votos perpetuos en la Casa Madre de Sevilla. Presidió la ceremonia el Cardenal Segura, siendo Madre General Sor Marciala de la Cruz de la Cuadra. Ese mismo año convalidó sus estudios de bachiller superior y obtuvo el título de maestra de enseñanza primaria.

En sus diversos destinos, dio ejemplo de las virtudes que caracterizan a las Hermanas de la Cruz: sencillez, espíritu de sacrificio y abnegación, desprendimiento y pobreza. Tuvo en toda ocasión un gran amor a los enfermos y pobres y una entrega generosa hasta el límite.

En octubre de 1953 fue destinada a la casa de Estepa (Sevilla) ocupando el cargo de directora del colegio.

Como directora de varios colegios de las Hermanas de la Cruz, daba ejemplo a las alumnas limpiando el suelo, los servicios y siendo la primera en el trabajo. Les organizaba retiros, ratitos de oración, Comuniones Espirituales. Las alumnas comentarían, movidas por este modelo de vida: "¡Qué ganas de ser buenas entran con la Hermana María de la Purísima; parece una santa!"

A pesar de la educación exquisita y la preparación intelectual que había recibido, nunca quiso distinguirse por nada; al contrario, amaba y se hacía cargo de los trabajos más arduos y pobres, como ejemplo para quienes la rodeaban. Y más aún: en ese espíritu de sacrificio que contagiaba a todos, siempre gustó de pasar desapercibida y no hacerse notar en ninguna de sus acciones.

El 5 de agosto de 1956 viaja a Madrid para la ordenación sacerdotal de su hermano Roberto, que fue Vicario de la Prelatura Personal del Opus Dei en Caracas. El 2 de octubre de 1959 recibe el cargo de Superiora de la casa de Estepa (Sevilla).

El amor a la Santísima Virgen lo llevaba en lo más profundo de su alma, y ese ardor intentó transmitirlo siempre a las jóvenes. A las internas las motivaba preparando sus fiestas, practicando en su honor algún sacrificio que las llevara a vivir un poco mejor algunas de sus virtudes: fe, caridad, humildad... Inventaba con su ingenio alegre y sencillo infinidad de formas para alabar y honrar a Nuestra Madre, demostrándole el amor que sentía por Ella. Por y para la Virgen todo le parecía poco. No se cansaba de hablar de Ella ni de inculcar sus virtudes en el alma de las jóvenes.

Sencillez, alegría, pobreza
El 13 de diciembre de 1965 es nombrada Socia (auxiliar) de la Maestra de novicias. Durante los meses de verano de 1966 realiza un curso de teología en la escuela “Regina Virginum”. El 5 de octubre recibe el cargo de Maestra de novicias. Entre 1968 y 1969 realiza un curso de teología en la escuela diocesana de Sevilla. El 4 de junio de 1969 recibe el cargo de Provincial, y el 15 de julio comienza a ejercerlo visitando la casa de Chillón (Ciudad Real).

En comunidad se caracterizó por su sencillez y humildad. Fiel a la observancia de las Reglas, dejó entre las hermanas ejemplos vivos del espíritu de Santa Ángela. Destacó en el trato caritativo con todas y estuvo inagotablemente dispuesta a ayudar aunque tuviera que sacrificar su tiempo.

En los recreos era ocurrente y amena, sin alborotar. Sembraba alegría y paz en todos sus destinos, y constantemente luchó y trabajó por la unión de la comunidad. Con sus ejemplos, explicaciones y fidelidad hacia las cosas pequeñas, conseguía que sus palabras y acciones fueran ejemplos de vida. Su compañía dejaba en las hermanas paz en el alma y deseos grandes de vivir como ella.

Solía guardar silencio cuando alguna hermana se equivocaba. Sin perjuicio, callaba y disimulaba con naturalidad. Trabajó mucho por la unión y la paz de la Comunidad, consiguiéndolo a través del mejor ejemplo: el sacrificio y la renuncia del yo. Las palabras de Santa Ángela “No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera" fueron una constante en su vida.

Madre María de la Purísima, educadora
Amaba la pobreza admirablemente en las cosas personales. Austera y pobre para sí, solía decir "de lo poco, poco". Cuando las hermanas intentaban cambiarle alguna ropa que tuviera deteriorada, siempre respondía: "Hay que aprovecharla hasta el final".

El 22 de octubre de 1970 es elegida tercera consejera general del Instituto. En Enero de 1971 realiza un curso intensivo sobre “Programación en la 1ª etapa de EGB” en el Instituto Calasanz de Ciencias de la Educación en Madrid. Ese mismo año, el 13 de septiembre, recibe el cargo de Superiora de la casa de Villanueva del Río y Minas (Sevilla). Entre 1972 y 1973 realizó un curso de especialización para el profesorado de EGB en el área de filología inglesa, en la delegación del Ministerio de Educación y Ciencia de Sevilla.

Generosidad extrema. Madre educadora.
Sobresalientes su delicadeza y caridad con los enfermos y pobres, a quienes consideraba sus "amos y señores". Era extremada en atenciones, según las necesidades de cada uno. Asistió y veló a infinidad de enfermos dejando en ellos una caridad y abnegación frutos de su amor a Dios.

Cada mañana, siendo Superiora de la casa de Villanueva del Río y Minas, trabajaba sin descanso en las Cuevas –barrio marginal de indigentes, donde muchas de las viviendas eran pobres “cuevas” próximas a los yacimientos mineros -. Allí, lejos del convento, asistía a las ancianas: lavándolas, curando sus heridas, haciéndoles la comida, lavándoles la ropa. En cada una de estas asistencias invariablemente escogía las tareas más penosas y arduas. ¡Cuántas veces se arrodilló ante ellas para lavarles los pies, curarles las llagas, poniendo en cada herida el bálsamo de su amor y caridad!. Al tiempo que las socorría físicamente, escuchaba sus penas y las aliviaba con cariño, comprensión y palabras de ánimo.

Su generosidad con los pobres fue extrema, llegando a darles, en ocasiones, los alimentos de la Comunidad, y confiando, como hiciera Santa Ángela, en la Divina Providencia. Trabajó incansablemente para hacer vida el ideal de Madre fundadora: "hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo".

Y si por la mañana entregaba su vida a los pobres y enfermos, por la tarde, con el mismo cariño, asistía a las alumnas impartiendo clases de inglés, y despertando en ellas un gran entusiasmo e ilusión por su formación y educación. Es admirable que llevando una vida de entrega máxima a los pobres, necesitados, la Congregación y las alumnas, aún lograra tiempo para seguir formándose y adaptándose a las necesidades educativas de los nuevos tiempos.

Acogía a todas las niñas que llamaban a sus puertas con alguna dificultad familiar, pobreza o desamparo. A todas quería, y con una caridad exquisita sabía sacarlas de la miseria material y también espiritual, preocupándose de sus almas e infundiendo en ellas el amor a Dios y a la Santísima Virgen. Como madre buena las cuidaba, y las niñas se sentían apoyadas y queridas por el cariño y confianza que ella les mostraba. Se inclinaba siempre a las más débiles, las más discapacitadas y faltas de valores naturales. Sin consentirles caprichos, las educaba como una madre cristiana, ofreciéndoles todo cuando necesitaban para una auténtica educación integral, de la que tanto se habla hoy, y de la que la Madre Purísima nos regaló el mejor manual docente posible: el ejemplo de su vida.

Madre General. Últimos días
El 11 de febrero de 1977 es elegida Madre General en el XIII Capítulo General ordinario, presidido por Cardenal Bueno Monreal.

Fue reelegida en tres Capítulos consecutivos. Durante los veintidós años que sirvió al Instituto como Madre General, aparece siempre como fiel seguidora del espíritu de su fundadora, Santa Ángela de la Cruz.

En 1978 inició las gestiones encaminadas para la fundación de la Casa de las Hermanas de la Cruz en Puertollano (Ciudad Real), que concluyeron el 4 de noviembre de 1980. En 1979 obtuvo el título de Ayudante Técnico Sanitario, concedido por el Ministerio de Educación y Ciencia en Madrid.

Madre María de la Purísima
En 1980 asistió a Roma a la celebración de la vida religiosa que presidió el Santo Padre Juan Pablo II, quien bendijo al Instituto de las Hermanas de la Cruz. Un año después, el 27 de octubre, tuvo la oportunidad de asistir a una Eucaristía en la capilla privada del Papa Juan Pablo II, al que entregó el libro “Escritos Íntimos” de Sor Ángela de la Cruz (que sería beatificada por él un año más tarde, y que en aquel momento era Venerable).

En 1982 dio los pasos para la fundación de la casa de Huelva (en la barriada de Las Colonias).

El 2 de agosto de 1982, el Arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, le comunicó la esperada y feliz noticia de que la beatificación de Sor Ángela de la Cruz tendría lugar en Sevilla. El 29 de octubre, en una ceremonia presidida por el Arzobispo de Sevilla, el cuerpo incorrupto de Sor Ángela fue trasladado desde la cripta del convento de la Casa Madre hasta el sepulcro que le fue habilitado en la iglesia para que pudiera ser venerada por los fieles. En noviembre de ese año participó en los actos de la beatificación de Sor Ángela de la Cruz por su Santidad el Papa Juan Pablo II, a quien tuvo la oportunidad de volver a saludar personalmente y recibir su bendición. Igualmente participó en el triduo solemne de acción de gracias por la Beatificación de Sor Ángela que se celebró en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. El 16 de noviembre marchó a Roma con un grupo de Hermanas para asistir al triduo de acción de gracias celebrado en la Iglesia del Santo Nombre de Jesús en Roma (Chiesa del Sacro Nome di Gesù).

En 1983 fue reelegida Madre General del Instituto en el XIV Capítulo General ordinario, presidido por el Arzobispo de Sevilla Carlos Amigo Vallejo.

En 1984 realizó las fundaciones de las casas de Reggio Calabria en Italia y otra en Cádiz.

En 1987 realizó una fundación en Lugo.

En 1989 es reelegida nuevamente Madre General del Instituto en el XV Capítulo General ordinario presidido por el Arzobispo de Sevilla Carlos Amigo Vallejo. Dicha reelección tuvo que ser aprobada por El Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada en Roma, ya que, de acuerdo con las Constituciones del Instituto, un tercer sexenio como Madre General debía ser postulado a la Santa Sede. La aprobación llega de Roma el 19 de septiembre.

En 1990 realiza una fundación en Linares (Jaén). Ese mismo año, con su decidido impulso y carisma se aprueba la adaptación de las Constituciones del Instituto a la nueva normativa del Código de Derecho Canónico de 1983. La aprobación llega el 22 de junio.

En 1994 le diagnostican un cáncer en el pecho. En las dos semanas de convalecencia mantuvo su sonrisa, aceptando la enfermedad con abnegación cristiana y fortaleza. Recibió quimio y radioterapia y se restableció, de momento, satisfactoriamente.

En 1995 vuelve a ser reelegida por unanimidad Madre General del Instituto en el XVI Capítulo General ordinario, por el Arzobispo de Sevilla Carlos Amigo Vallejo. Nuevamente se pide a Roma autorización, que es concedida el 4 de octubre.

En 1997 fallecen su madre, Margarita Romero, y su hermana María del Carmen Salvat. El 11 de octubre de ese mismo año realiza una fundación en Alcázar de San Juan (Ciudad Real).

Madre María de la Purísima
Cuatro años después de su operación del tumor en el pecho, volvió a recaer por la enfermedad. Volvieron las sesiones de quimioterapia, pero esta vez el cáncer estaba extendido. Le diagnosticaron hígado metastático, ascitis, cálculos en la vesícula y metástasis en el pulmón. Cuando lo supo demostró una entereza colosal. Ese mismo día, tras volver en silencio al Convento, comenzó a dirigir una tanda de ejercicios espirituales y conversó una a una con todas las ejercitantes, como era su costumbre. Al día siguiente intentó iniciar otra tanda pero no la pudo terminar. El doctor Enrique Murillo, su médico, solicitó a las hermanas que la llevaran al hospital, pero estaba ya tan débil que el simple ejercicio de caminar le era dificultoso porque se asfixiaba. Tras prescribirle unas inyecciones, logran reanimarla, y llevarla a la consulta. Allí requiere con firmeza al Dr. Murillo que “no dude en decirle la verdad”. El médico le comunica que su fin es inminente, ya que tiene “afectación masiva del hígado”. Al saberlo, y sin dejar de sonreír, dijo: “Tengo que exclamar, como el salmo: “Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor”. El médico le propuso una nueva quimioterapia, como única solución para mitigar los efectos del cáncer extendido, y paliar la situación, pero ella la supeditó a la decisión de las hermanas Consejeras. Al llegar al Convento sonreía como si no hubiera pasado nada. Sentada entre las hermanas les lee y comenta una carta sobre la pobreza, escrita unas semanas antes, como preparación al 5 de noviembre, fiesta de sor Ángela. Acude con las Consejeras al refectorio de la comunidad, en la que sería su última cena. Se negó en rotundo a que, desde Coria del Río (Sevilla), llegara una hermana para poder atenderla en su enfermedad (“sería mal ejemplo para todas las hermanas” –dijo). Habló entonces del “sacrificio virgen”, consistente en soportar el sufrimiento “no sólo sin quejas interiores, sino también sin que nadie pueda advertir lo que cuestan”, y nos regaló, de esta forma, una nueva y santa forma de entender el sufrimiento humano ofrecido a Dios. “A imitar a Cristo crucificado hemos venido a la Compañía, la Cruz es nuestra vocación” –terminó diciendo.

Hermanas portando el féretro de Madre María de la Purísima
Las hermanas sabían que se acercaban sus últimos momentos. Todas las que estaban en la Casa Madre pasaron a besarle la mano y a pedirle su bendición, en un silencio y llanto contenido impresionantes. A las nueve y media del sábado 31 de octubre de 1998, con 72 años de edad, partió para la “Casa del Señor”.

El 1 de noviembre el cadáver de Madre Purísima es expuesto en la iglesia de la Casa Madre, y recibe la veneración de sus hijas y de los fieles devotos.

El día 2 tuvo lugar la Santa Misa “corpore insepulto” en la Iglesia del Convento, que fue presidida por el Arzobispo de Sevilla Carlos Amigo Vallejo y concelebrada por 49 sacerdotes. Igualmente una gran multitud de fieles llenó a rebosar los patios, la portería y la calle Santa Ángela de la Cruz. No podía accederse a la Iglesia, que estaba completamente ocupada por las Hermanas de la Cruz, provenientes de todos los puntos de la geografía.

Entre rezos y cánticos el ataúd fue portado por las Hermanas, en una improvisada y pequeña procesión que la llevó por los corredores del Convento hasta la escalerilla de la cripta. Allí fue descendida hasta el mismo lugar que ocupó Santa Ángela durante 50 años, y se le dio sepultura.

Beatificación
El 16 de diciembre de 1999, ante la insistencia de muchos seglares, sacerdotes, religiosos y religiosas de diferentes congregaciones para que se iniciara el Proceso Diocesano de Canonización, las Hermanas de la Cruz, reunidas en sesión del Consejo General, decidieron solicitar al Arzobispo de Sevilla solicitud de dispensa del tiempo oportuno para que fuera elevado a la Congregación para las Causas de los Santos.

Cartel oficial Beatificación
Se iniciaba así un largo proceso que culminó el 27 de marzo del 2010, en el que su Santidad el Papa Benedicto XVI firmó el “Decreto del Milagro” para la Beatificación de la Madre María de la Purísima. El 17 de enero de 2009 fue ya declarada Venerable.

Ana María Rodríguez Casado, de La Palma del Condado (Huelva), fue la niña del milagro, cuya asombrosa curación se debe a la intercesión de la Madre María de la Purísima. Era el último eslabón para poder iniciar el camino oficial hasta la Santidad. En 2004 con cuatro años, un catéter del marcapasos de Ana María (con el que vivía desde los 13 meses, por haber nacido con una grave cardiopatía) se rompió, lo que le provocó una parada cardiorrespiratoria que a punto estuvo de acabar con su vida. Fue ingresada en la UCI, en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde sufrió el síndrome de Stoke-Adams, un edema agudo de pulmón y múltiples secuelas neurológicas a consecuencia de la falta de oxígeno en el cerebro. Volvió a su casa en sillas de ruedas, sin poder hablar ni reconocer a nadie. Su abuela se encomendó entonces a Madre María de la Purísima y su madre, Paloma Casado, le pasó por la cabeza una estampa de la Madre que le habían dado las Hermanas de la Cruz. Tan pronto como empezaron la abuela y la madre a hacer la novena, la niña se recuperó plenamente. Su evolución fue milagrosa y los médicos que la atendieron confirmaron un hecho “no previsible y difícilmente explicable”.

Ceremonia Beatificación
El 18 de septiembre de 2010 fue beatificada en una multitudinaria Misa presidida por Monseñor Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos en la que estuvieron presentes los Cardenales Carlos Amigo Vallejo -emérito de Sevilla-, Antonio María Rouco Varela -de Madrid-, Agustín García-Gasco -emérito de Valencia- y el Arzobispo de Sevilla. La celebración tuvo lugar en el Estadio Olímpico de la Cartuja en Sevilla y estuvo presidida por la imagen de Nª Sª de la Esperanza Macarena por su gran vinculación con la congregación de las Hermanas de la Cruz.

Ceremonia Beatificación
La fórmula de beatificación en nombre del Santo Padre Benedicto XVI fue: “Nos, acogiendo el deseo de Nuestro Hermano Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla, así como de otros muchos hermanos en el Episcopado y de numerosos fieles, después de haber consultado el parecer de la Congregación para las Causas de los Santos, con Nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que la Venerable Sierva de Dios María de la Purísima, religiosa, de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, la cual, iluminada por la sabiduría de la Cruz, dedicó su vida al servicio de los pobres y de los enfermos y a la educación cristiana de la juventud, de ahora en adelante pueda ser llamada Beata y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y, según las normas establecidas por el Derecho, el 31 de octubre de cada año, día de su nacimiento para el cielo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 13 de septiembre del año del Señor 2010, sexto de Nuestro Pontificado.”