Las hermanas

“Si para aconsejar a los pobres que sufran sin quejarse los trabajos de la pobreza, es preciso llevarla, vivirla, ¡qué hermoso sería un Instituto que por amor a Dios abrazara la mayor pobreza, para de este modo ganar a los pobres y subirlos hasta él” (Escritos íntimos). Este es el principio motor de Sor Ángela, que ha guiado a las Hermanas de la Cruz desde sus comienzos: servir a los pobres por amor a Jesucristo.

Las Hermanas de la Cruz, encaminadas por el carisma fundacional de Santa Ángela, realizan una misión que se concreta en
* Visitar y asistir en sus domicilios a enfermos y necesitados, facilitándoles toda clase de servicios: prepararles los alimentos, ayudarles con sus tareas domésticas y asearlos. Procuran, de esta forma, apoyarlos material y espiritualmente,  orientándoles en sus problemas y acercándoles el consuelo de las virtudes cristianas
* Cuidar a enfermos solos o que la familia no puede atender, especialmente por la noche, llevándoles el consuelo de alguien que los quiere y se preocupa por ellos.
* Atender a los pobres y necesitados que acuden a las casas de las Hermanas de la Cruz en busca de ayuda o alimentos.

Para ello siguen manteniendo la austeridad que instauró Sor Ángela, “hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo”, y por ello viven exclusivamente de la caridad (sin contar, en la mayoría de las ocasiones, con más ingresos que la limosna que piden de puerta en puerta).

Sus comidas son sencillas y humildes, suficientes. En multitud de ocasiones han preferido pasar sin su sustento diario para compartirlo con los más necesitados.

En algunas de las casas y centros de enseñanza del Instituto imparten clases de Educación Infantil y Primaria, clases para adultas de Informática, Corte y Confección, Bordados y otras labores. También ofrecen catequesis para adultos y jóvenes.

Además de estas actividades, en otras casas del Instituto cuentan con
* Residencias para ancianos
* Internados de niños en situación de orfandad, donde se les ofrece la preparación académica dentro de un ambiente familiar.

Sor Angela tuvo una clara visión de que la vida de sacrificio y abnegación de las Hermanas no podría llevarse a cabo sin la fortaleza que se nutre de una intensa oración. Por eso su espíritu es también valiosamente contemplativo y se ejercita con varias horas de oración diaria. Están, de esta forma, unidas a Dios para poder compartirlo con los demás. De una armonía asidua con Dios brota la alegría que las caracteriza y se percibe cada vez que nos acercamos a una de sus casas.

Son en el mundo que vivimos un gratificante testimonio de desprendimiento, pobreza y humildad, que llama poderosamente la atención entre tanto egoísmo y despilfarro al que estamos acostumbrados.